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Neurociencia y educación: una alianza para enseñar y aprender mejor

En las últimas décadas, la neurociencia ha dejado de ser un campo reservado exclusivamente a laboratorios y universidades, para convertirse en una aliada clave de la educación. Cada vez más docentes, directivos y formadores buscan comprender qué puede aportar esta disciplina al trabajo en el aula, cómo influye en los procesos de enseñanza y aprendizaje, y de qué manera nos ayuda a responder a preguntas tan complejas como: ¿cómo aprende el cerebro?, ¿por qué olvidamos?, ¿qué favorece la atención?, ¿cuándo una emoción potencia o bloquea el aprendizaje?

 

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Aunque el interés por el funcionamiento del cerebro humano viene de tiempos remotos, la neurociencia como disciplina moderna tomó impulso en el siglo XX con los avances en neuroimagen, neurofisiología y psicología cognitiva. Figuras como Eric Kandel, Stanislas Dehaene o Francisco Mora han sido fundamentales para acercar este campo a la educación. Gracias a sus investigaciones y divulgaciones, hoy sabemos mucho más sobre lo que ocurre en el cerebro cuando una persona intenta comprender un concepto, resolver un problema o simplemente recordar lo aprendido el día anterior.

Lo que la ciencia revela

Las investigaciones actuales nos muestran que el aprendizaje no es un proceso meramente mecánico ni neutral: está profundamente influido por factores emocionales, sociales y ambientales. Sabemos, por ejemplo, que el cerebro aprende mejor cuando se siente seguro, cuando se despierta la curiosidad, cuando puede vincular lo nuevo con conocimientos previos, y cuando la información se presenta de manera multisensorial.

Estudios recientes han demostrado, por ejemplo:

  • Que el sueño y el descanso son claves en la consolidación de la memoria.

  • Que la emoción positiva mejora la atención y la retención.

  • Que las experiencias significativas generan conexiones neuronales más fuertes y duraderas.

  • Que el cerebro necesita pausas, repetición espaciada y contextos variados para aprender mejor.

Una práctica más consciente

Esto no significa que los docentes deban convertirse en neurocientíficos, ni que existan recetas universales. Pero sí implica que podemos tomar decisiones más conscientes. Diseñar estrategias que respeten los tiempos del cerebro. Promover entornos emocionalmente seguros. Alternar momentos de concentración con descansos activos. Usar más imágenes, juegos, metáforas, movimiento y emoción. Evitar la sobrecarga cognitiva. Escuchar las señales del cuerpo y de la mente.

Integrar los aportes de la neurociencia a la educación no implica reducir a los estudiantes a cerebros que aprenden, sino justamente lo contrario: reconocer que aprender es un acto profundamente humano, complejo y fascinante. Cuanto más sepamos sobre cómo funciona la mente, más herramientas tendremos para acompañar ese proceso con empatía, creatividad y eficacia.

10 claves prácticas según la neurociencia

  1. Crear un ambiente emocionalmente seguro. El miedo y la ansiedad bloquean el aprendizaje.

  2. Despertar la curiosidad. Lo novedoso, lo desafiante y lo significativo activan la atención.

  3. Vincular con conocimientos previos. El cerebro aprende por asociación.

  4. Incorporar el cuerpo al aprendizaje. Movimiento, gestos y juegos favorecen la retención.

  5. Fomentar la participación activa. Aprendemos mejor cuando hacemos, no solo cuando escuchamos.

  6. Evitar la sobrecarga cognitiva. Menos contenido, más conexión.

  7. Alternar esfuerzo y descanso. Las pausas no interrumpen el aprendizaje: lo fortalecen.

  8. Usar imágenes y metáforas. Ayudan a codificar y recuperar la información.

  9. Trabajar con la emoción. Una experiencia que conmueve se recuerda más.

  10. Repetir con sentido. La práctica espaciada y variada consolida lo aprendido.

 

Imágen https://meteoreducation.com/neuroscience-in-classroom-practice/