Teacher´s Corner Blog

Happily ever after

Escrito por Redacción | Oct 2, 2025 12:01:57 AM

Cuando pensamos en el concert de fin de año, lo solemos imaginar como el gran cierre, el momento de brillar y compartir todo lo aprendido. Pero ¿qué pasa después? ¿Cómo aprovechar la experiencia de haber estado en el escenario cuando ya pasó la función, los aplausos y la emoción del estreno?

En realidad, el “después” es una oportunidad de oro. Los estudiantes ya atravesaron la adrenalina de actuar frente a un público, sienten el alivio de haberlo logrado, y también cargan con la confianza que da la experiencia. Ese momento es ideal para seguir trabajando, para reflexionar y, sobre todo, para abrir nuevas puertas en el aula de drama.

El concert como punto de partida

Más que un final, el concert puede ser el inicio de una etapa distinta. Con las escenas, canciones y personajes todavía frescos en la memoria, se abre la posibilidad de revisitar el material y transformarlo: cambiar ángulos, explorar otros tonos, jugar con nuevos contextos.

Actividades para el “después”

  • Reescribir escenas desde otra mirada: trasladar una escena al futuro, contarla desde otro personaje o cambiar el tono dramático por humorístico.

  • Explorar emociones: conversar sobre qué sintieron antes, durante y después de la función; darles palabras a esas emociones y descubrir cómo cambian con la práctica.

  • Dar luz a los roles invisibles: vestuario, escenografía, música, coordinación… reconocerlos y hasta ponerlos en el centro de una nueva improvisación.

  • Improvisar con lo aprendido: imaginar qué pasó después de la historia o cómo se encontrarían los personajes en un escenario distinto.

  • Reflexionar sobre la evolución: comparar ensayos iniciales con la función final, escribir un “diario del concert” o registrar lo que cada uno descubrió en el proceso.

  • Reensayar sin presión: volver a actuar escenas conocidas en un clima distendido, probando cosas nuevas, arriesgando y divirtiéndose más.

Más allá del aplauso

El concert no es solo una meta cumplida, sino un espejo que muestra el camino recorrido. Si lo usamos como plataforma, el aprendizaje se enriquece: los chicos fortalecen su confianza, desarrollan la capacidad de reflexión y se animan a explorar nuevas formas de expresión.

Así, el “happily ever after” no es un cierre de cuento, sino una invitación a seguir escribiendo capítulos. Porque el teatro en la escuela no termina cuando baja el telón: empieza cada vez que un alumno descubre que puede crear, transformar y sorprenderse de sí mismo.