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Cuando la música cuenta otra historia

Escrito por Redacción | Jul 6, 2025 12:36:58 AM

Hay novelas que viven en nuestra imaginación mucho tiempo después de haberlas leído. Algunas nos marcan por sus personajes, otras por su trama, y muchas por los climas que supieron construir. Pero cuando esas historias dan el salto a la pantalla o al escenario, entra en juego otro lenguaje: el de la música. Y es allí donde pueden surgir obras memorables… o decepciones sonoras que nos sacan por completo de la experiencia.

Pensar en el vínculo entre literatura, cine y música es pensar en nombres como Lalo Schifrin, el compositor argentino que conquistó Hollywood con su estilo inconfundible y dejó una huella imborrable en la cultura pop mundial. Nacido en Buenos Aires en 1932, Schifrin comenzó su carrera como pianista de jazz y más tarde estudió composición con el renombrado Olivier Messiaen en París. Su versatilidad y genialidad musical se reflejaron en más de 100 bandas sonoras para cine y televisión, destacándose en clásicos como Misión Imposible, Bullitt y Dirty Harry. Su música no solo acompañaba la acción: la definía y le daba identidad propia.

Sobre su trabajo, Schifrin comentaba:
"La música debe ser parte del guion, una extensión emocional de lo que ocurre en pantalla. No se trata solo de rellenar espacios, sino de contar una historia paralela que enriquezca la narrativa."
Esta idea revolucionaria ha hecho que sus composiciones trasciendan las películas para convertirse en íconos culturales reconocibles incluso por quienes no vieron el filme original.

El pasado 26 de junio de 2025, Schifrin falleció a los 93 años, dejando un acervo artístico invaluable que sigue inspirando a nuevas generaciones. Su legado nos recuerda que la música en el cine tiene un rol narrativo fundamental. Es capaz de condicionar cómo interpretamos una escena, anticipar un desenlace o poner en duda todo lo que creíamos saber. No es casual que muchos de los temas compuestos por Schifrin hayan trascendido la pantalla y se hayan vuelto parte de la cultura pop.

¿Qué pasa cuando lo que ocurre en pantalla nace de las páginas de una novela?

En algunos casos, la música logra capturar la esencia de lo literario y hasta potencia lo que sentimos al leer. Un ejemplo paradigmático es Los Miserables, de Victor Hugo, llevada al teatro musical y luego al cine. La partitura de Claude-Michel Schönberg no solo respeta el espíritu épico y trágico de la novela: lo amplifica. Escuchar I Dreamed a Dream o Do You Hear the People Sing? es, para muchos, una forma de reconectar con los ideales de justicia y redención que atraviesan la obra original.

Otro caso emblemático es la adaptación cinematográfica de El Padrino de Mario Puzo, con la música compuesta por Nino Rota. Su banda sonora, que combina melodías nostálgicas y tensas, logra transportar al espectador al mundo mafioso de la novela, acentuando cada emoción con precisión.

Sin embargo, no todas las adaptaciones consiguen esa armonía entre música y narrativa. A veces, la música genera una suerte de disonancia cognitiva: en lugar de sumarnos al mundo narrativo, nos saca de él. Un ejemplo polémico es Anna Karenina, en algunas de sus versiones cinematográficas más recientes, donde la banda sonora —moderna o estilizada— rompe con el clima emocional e histórico de la Rusia zarista que Tolstói construyó con tanto detalle. En esos casos, la música no acompaña: contradice.

Incluso obras clásicas adaptadas al cine como Drácula han tenido resultados mixtos en cuanto a su música, dependiendo de la elección del compositor y del enfoque de la película, mostrando que el acople entre música y narrativa literaria es una alquimia difícil de lograr.

Las adaptaciones de novelas, entonces, no solo nos invitan a ver con otros ojos una historia que ya conocíamos: también nos proponen escucharla de otra manera. Y cuando esa nueva forma de contar logra respetar el alma del texto original, la experiencia puede ser inolvidable.

Porque, al final, la magia de la música en las adaptaciones no está solo en acompañar imágenes o palabras, sino en contar otra historia —la que se siente, la que se vive— a través de sonidos que nos transportan, emocionan y nos conectan con lo que la literatura nos enseñó a imaginar.

 

"La música debe emocionar, debe ser el puente entre lo que el director quiere mostrar y lo que el espectador siente. Cuando eso ocurre, la música se convierte en protagonista."

Lalo Schifrin.